Desde hace tiempo, el Juez de menores Emilio Calatayud (precisamente Granadino) lleva advirtiendo sobre las preocupantes consecuencias de las “nuevas tecnologías” en los niños y chavales. El resumen es más sencillo de lo que pensamos: Estamos sustituyendo actividades, relaciones y atenciones a los chicos por las tecnologías. Evitamos que se aburran o nos “molesten” (por que sí, a veces molestan) dándoles un móvil, una Tablet o un juego en la Play. Pero… ¿qué hacíamos antes sin estos “salvavidas”? Pues un millón de cosas que ahora parecen desterradas.

Las estadísticas son aterradoras.

Datos que nos afectan a todos:

  • Según un estudio de Apple, los usuarios de móviles desbloquean el terminal una media de 95 veces al día (sin contar consultas de reloj) que, si quitamos las horas de sueño, hablamos de 1 vez cada 12 minutos.
  • Según un estudio de Digitaltrend, coincidente con otro del propio Facebook, los usuarios pasan una media de 4 horas al día mirando el móvil. Un simple cálculo nos arroja un resultado escalofriante: Dedicamos un 25% de nuestro tiempo al móvil.
  • Según el INE, el 50% de los niños de 11 años tienen un móvil. El 90% para los chicos de 14 años.

Si metemos todo esto en una coctelera, todo parece más esclarecedor. Somos adultos que compramos un móvil a los niños y, por mucho que les marquemos límites, les estamos dando un ejemplo demoledor. Siendo un poco demagogo, mientras les regañamos porque no tienen imaginación para divertirse sin molestarnos, habremos mirado dos o tres veces el móvil…

El problema está en que cuando nosotros éramos críos, no existían tantos cachivaches, jugábamos al lego, al pilla-pilla, a espadachines con palos, hacíamos diques con barro, pintábamos, juagábamos al futbol o subíamos a un árbol. Y eso era la constante. Pero los chicos de ahora están creciendo con toda esta tecnología a su alcance, no se han visto “obligados” a buscarse las castañas ni imaginar alguna travesura para salir del aburrimiento, por lo que estas “esenciales” actividades ahora son la excepción.

Las actividades “tradicionales” son tremendamente más beneficiosas que las “tecnológicas”: Desarrollo motriz y de coordinación, visión espacial, desarrollo de la creatividad e imaginación, organización y planificación, deporte, trabajo en equipo, liderazgo, iteración social y una larga lista que nuestro sentido común sabe perfectamente.

Pero tampoco hacen falta estudios sesudos de universidades ni jueces de menores que nos adviertan del preocupante presente y futuro de nuestros chicos, basta con fijarnos en la mirada de unos críos que juegan al aire libre con palos y carreras; o la solitaria mirada de un chico que mira la pantalla de un móvil y desliza un dedo con nerviosismo.

Es curioso, cuando he buscado alguna fotografía para éste articulo usando las palabras “niños jugando” y “niños alegres”, muy pocas, por no decir menos, salían niños jugando a la Tablet o cualquier bicho tecnológico. De hecho, la imagen que nos viene a la cabeza cuando pensamos en niños felices y alegres, son niños corriendo al aire, en una pradera, jugando con barro, con piedras, con bicicletas, con hojas… pero no con el móvil.

Por algo será.